Pasión por la radio

Desde el prehistórico antecedente de 1967 (mi primer programa propio), cuando salía de la adolescencia, casi nunca dejé de hacer radio. Columnas, entrevistas, editoriales, audio puro, momentos rescatados y preservados de lo que es, para mí al menos, el más íntimo, confiable y directo de los medios de comunicación, el que involucra a los seres humanos ante un micrófono.
Jueves 30 de mayo de 2013Pasión por la Radio

Cada vez peor

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Editorial Radio Mitre

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Buenos Aires, 30 de mayo de 2013 - Ayer miércoles, finalmente, el fiscal de la causa AMIA Alberto Nisman dio a conocer su largamente postergado dictamen que, supuestamente, debería servir para que la Argentina sepa más que antes sobre uno de los peores y más trágicos acontecimientos de terrorismo que sufrió el país. Estamos hablando, claro, del atentado que destruyó la mutual judía argentina en julio de 1994 y de cuya ocurrencia, dentro de muy pocas semanas, se va a recordar un nuevo aniversario, el decimo noveno.

Quiero encabezar estas palabras con una definición exenta de todo eufemismo y despojada de todo “rulo” que impida comprender de qué se trata. Es incomprensible que Nisman haya prolongado como prolongó, la difusión de su dictamen, cuando en verdad el conocimiento de este documento podría haber permitido que la Argentina no incurriera en uno de sus más funestos disparates diplomáticos, haber firmado un pacto de entendimiento con el régimen de la República Islámica de Irán.

Se aguardaba de Nisman, después de tantas demoras y suspenso absolutamente injustificados, que lo que diera a conocer fuera sustancialmente distinto de lo que ya se conocía. En verdad hay que decir que prácticamente nada de lo que este dictamen de más de 500 páginas incluye, era desconocido. Por el contrario, podría haber sido efectivamente una herramienta importante para evitarle a la Argentina el bochorno de apresurarse a promulgar en el Congreso un pacto que los iraníes nunca hicieron aprobar por su propio Congreso. Podría haber servido el conocimiento de previo este dictamen, para que el 28 de febrero de este año, cuando el kirchnerismo gracias a su mayoría convirtió en ley este tratado, hubiera procedido con un poco más de cautela.

Lo único verdaderamente nuevo que aparece, según expertos que han analizado el dictamen de Nisman, es una alusión a las responsabilidades de un atentado criminal que, en verdad, encuentra su punto de partida en otros hechos previos de terrorismo acontecidos en Alemania, como el famoso atentado contra una discoteca en Berlín. Pero, en esencia, todo lo que se investigó desde 1994 y en adelante es lo que forma la sustancia de este dictamen.

Refuerza las hipótesis principales, que no son nuevas y que no eran ignoradas, de tal modo que Nisman no ha descubierto, sino que -por el contrario- ha mantenido un suspenso absolutamente incomprensible.

Efectivamente, los hechos de terror que a lo largo de los años se han ido concretando en diferentes puntos del planeta y en América Latina –incluido -desde luego- el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y sobre todo el atentado a la AMIA- tienen todas las características de obedecer a un mismo “master plan”, un mismo ordenamiento logístico, político y, desde luego, militar.

Los funcionarios iraníes aparecen con sus huellas digitales prácticamente en todas las investigaciones que se han hecho, incluyendo los atentados de la década del Noventa en la ciudad de Nueva York. En verdad y en consecuencia, lo principal ya había sido detectado y registrado, la prueba había sido recolectada y la Argentina sabía perfectamente bien, porque las pruebas eran incuestionables, que lo que sucedió en la AMIA no podría haber sido jamás, y de hecho no lo fue, un episodio marginal, incomprensible y lunático producido por grupos privados carentes de toda planificación estatal. La red de inteligencia que el régimen de la República Islámica de Irán creó en diferentes países de Sudamérica, incluida, desde luego, la Argentina, quedó verificada y acreditada.

En nuestro propio país pudimos llegar a saber, gracias a la investigación posterior a 1994, que se habían creado compañías comerciales, pesqueras y frigoríficos, claramente identificadas como empresas pantalla, desde las cuales se operaba sólo en función del apoyo logístico al atentado, sin actividad comercial verificable. La matriz, en consecuencia, es conocida, prácticamente, aunque parezca mentira, desde pocos días después de aquella jornada trágica de julio de 1994.

De acá proviene y acá se establece la gravedad enorme, imperdonable y gravísima del pacto firmado por el gobierno argentino con los iraníes. Es un pacto que agrega sal a la herida y que ni siquiera pudo ser aprobado por lo que en Irán se conoce como “Asamblea Consultiva”, remedo de un parlamento verdaderamente democrático, porque hay que admitir que la República Islámica de Irán es una teocracia, no una república democrática. Como quiera que sea, tiene una suerte de institución colegial llamada Asamblea Consultiva, que tampoco aprobó ese pacto. La aprobación del presidente saliente, Majmud Ajmadineyad, fue el único elemento que le permite a la Argentina pensar que, tal vez, hay un acuerdo firmado por ambas partes.

¿Cómo podría querer colaborar con una investigación un régimen que es continuidad perfecta de una larga saga de regímenes que desde 1979 se instalaron en Teherán, bajo el liderazgo del ayatolá Rujola Jomeini, y que en todos los casos solo seguido los dictados de la Constitución iraní, que establece como mandato supremo la expansión mundial de la versión iraní de islamismo?

Estos son los dos asuntos claves que llaman la atención tras conocerse el larga e injustificadamente postergado dictamen de Nisman. De haber sido difundido meses antes (estaba listo ya para fines del año pasado), la Argentina se podría haber evitado este bochorno imperdonable de acuerdo con Irán.

Además, y como si todo esto fuera poco, el dictamen de Nisman no aporta siquiera un elemento innovador, no pide ni una sola nueva medida, ni una sola captura. Sólo se puede detectar en su lectura el pedido a INTERPOL para que cumpla lo que, por otro lado, la entidad tiene que cumplir.

Esta tarde, ni lerdo ni perezoso, insistiendo en una mentira que tarde o temprano se va a revelar en todo su infamia, el ministro Héctor Timerman se solazó de que el secretario de INTERPOL ratificara la vigencia de las capturas de los funcionarios iraníes involucrados, cuando en verdad, eso no atributo de ese funcionario; la decisión de mantener las llamadas notificaciones de color rojo, o sea la captura, es responsabilidad de la dirección de la INTERPOL.

 

En definitiva, sabemos lo que ya sabíamos, nada sustancialmente nuevo. También acá la tragedia de la AMIA, con sus 85 muertos, nos vuelve a presentar un guiño trágico de la realidad argentina, la continuidad de una impunidad.

Lo que acabamos de leer en el dictamen de Nisman es esencialmente lo que ya la Argentina había específicamente acreditado y verificado. Hasta fines de 2010, el gobierno de Néstor Kirchner primero y después el de Cristina Kirchner, sostenían la postura de de la culpabilidad de Irán. A partir de fines de 2010, la Argentina cambió de caballo a mitad de río, modificó su posición y comenzó a distanciarse de lo que durante siete años había mantenido el propio kirchnerismo, convirtiendo a la Argentina en un país cada vez menos previsible, menos confiable y menos serio, en términos internacionales, en la lucha contra el terror.

Esto es lo que logran explicar ni la actual Presidente, ni el señor Timerman, y en ese sentido, aún cuando en sentido estricto Nisman dice muchas cosas verdaderas, la oportunidad de su manipulación, el momento en que ocurrió y la improcedencia de no pedir más de lo que ha pedido, lo convierten en papel mojado.

Es una verdadera pena. Sigue prolongando la situación de desesperante impunidad que la Argentina sigue confrontando en 2013, de cara al atentado que provocó en 1985 la demolición del edificio central de la comunidad judía en la Argentina.

©pepeeliaschev 
Emitido en Radio Mitre

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