
Pepe en "Cada mañana"
Buenos Aires, 16 de abril de 2014 - El Operativo Dorrego es una iniciativa que adoptó la Juventud Peronista, un eufemismo para no decir Montoneros. El Operativo Dorrego fue encabezado por parte de Montoneros por uno de sus comandantes, Norberto Habegger, y se desarrolló en una zona de inundaciones registradas en la provincia de Buenos Aires, como Pehuajó, Carlos Casares, Bolívar y Alvear, en 1973. Hector Cámpora había asumido la presidencia el 25 de mayo de ese año y que fue expulsado el 13 de julio por el general Perón.
En ese lapso se produce consuma este intento de alianza explícita, mucho antes de Hugo Chávez, entre las Fuerzas Armadas que acababan de dejar el poder y el mismo Ejército que estaba intacto al momento en que el general Alejandro Lanusse le entregó la banda presidencial a Cámpora.
Ese Operativo Dorrego causó en Montoneros y en la JP muchísimo ruido, porque era realmente difícil comprender cómo quienes habían consumado la matanza de Trelew, entre otros actos de las Fuerzas Armadas, podían verse convertidos en pocas semanas en aliados estratégicos de las brigadas de la Juventud Peronistas. Uno de los hombres hoy en el Gobierno que estuvo muy presente en este operativo era Juan Carlos Dante Gullo. Esto fue el Operativo Dorrego”. Naturalmente, cuando cae Cámpora y el Gobierno es literalmente depurado por la ofensiva de López Rega y Perón, todo se fue deshaciendo.
En aquel momento se consideraba que, al igual que ahora con el general César Milani, el Estado no tenía posibilidades, ni recursos, como para encarar algo tan elemental como es ayudar a una población civil en época de inundaciones. Es una auténtica anomalía, porque tanto ahora como hace cuarenta años, es absurdo y completamente mentira que esto sea así.
En ese mismo año 1973, hace 41 años, yo era redactor de la revista El Descamisado, algo público y notorio, no solo porque no lo he ocultado (está escrito en todos mis libros), sino porque no tengo nada que encubrir. Como redactor de la sección internacional, me toca cubrir en Caracas, en la Venezuela democrática, la Décima Conferencia de Ejércitos Americanos. La Argentina va a Caracas con una delegación presidida por el jefe del ejército, general Jorge Carcagno. El Descamisado me envía a mí a Caracas para cubrir esa conferencia y yo accedo a una serie de conversaciones privadas con el general Carcagno y con su mano derecha, que era entonces el coronel Juan Jaime Cesio.
En aquel momento, la identificación estratégica del gobierno peronista con la idea de que los militares debían participar activamente –como lo había hecho años antes el general Juan Velasco Alvarado en el Perú – en las llamadas tareas “reconstrucción nacional”, era absoluta. Para El Descamisado, o sea para Montoneros, era sencillamente coherente apoyar al general Carcagno, que luego también fue descabezado cuando Perón asumió el Gobierno.
Hay un núcleo, un eje rígido del pensamiento de este peronismo montonero, que cubre más de 40 años de vida argentina. Así como ahora César Milani es asumido por La Cámpora, por Luis D’Elía y por todo ese sector como la encarnación de un ejército nacional y popular al estilo chavista, un tremendo retroceso político e ideológico argentino, esta misma gente impulsa la misma política.
Me animaría a agregar algo todavía más perturbador: la estatización y el avance del Estado sobre la economía privada chocan ahora con tareas de reconstrucción. ¿Por qué en una villa de La Paternal o de Florencio Varela, el Estado argentino, tras 11 años de vigencia del modelo nacional y popular, es impotente para abrir una calle o hacer cloaca? Esta es una neo privatización, pero del siglo XXI. En lugar de transferir la actividad del Estado a empresas privadas –como se denunciaba por hacerlo al presidente Menem – ahora se las dan a la sociedad anónima de César Milani, quien ha creado en la Argentina una verdadera Stasi , una policía política que ha juntado poder. Quienes nos están grabando a todos nosotros, son militares. Ellos saben que inteligencia es poder, poder es control y control es réditos políticos, pero me parece bastante evidente que lo que estamos viendo, la participación militar en las villas impulsadas por La Cámpora y Luis D’Elía, supone volver a la Argentina a 40 años atrás.
Bonafini aparece como el aval moral y la legitimadora que blanquea a Milani. Que ella haya dado la cara, sin el pañuelo blanco en la cabeza, al lado del general Milani, es la cabal demostración de que Milani está “limpio”, pero Milani no está limpio: Milani no podría estar limpio en tanto y en cuanto siga siendo objetado por una pariente de un soldado desaparecido. Para el Gobierno, eso es peccata minuta, son detalles apenas, porque lo que aparentemente la Presidente ha encontrado en Milani es un reasegurador, un aval, una garantía de que los servicios y la red de inteligencia enorme montada por Milani dentro y fuera del Ejército, habrá de protegerla a ella.
La Cámpora aparece como una mala caricatura de la década del 70. Estos muchachos quieren tomar Sierra Maestra sin haberse puesto jamás los borceguíes, quieren imitar a la Juventud Peronista del 73, cuarenta y pico de años más tarde. Son como los hijos putativos de Dante Gullo. El país cambió: en 1973 no existía internet. Pensar que en la Argentina, después de once años de modelo nacional y popular, se necesitan 20 soldaditos para abrir calles en una villa de la Capital Federal es un insulto a la inteligencia.
Cuando digo “caricatura”, no estoy subestimándolos ni me estoy riendo. De ninguna manera. Porque estas cosas en la Argentina comienzan a darse, nadie les presta mucha atención, creen que “ya va a pasar” y que el año que viene va a terminar, pero mientras tanto van colonizando y ocupando espacios en el damero, haciendo exactamente la involución de un proceso virtuoso que hizo la Argentina, con Alfonsín y con Menem, en el sentido de que el poder militar debe estar completa y absolutamente supeditado al poder civil.
Esta gente ha producido un retroceso a la década del Setenta, con un poder militar que se ocupa de abrir calles y hacer zanjas. Es una confesión de la impotencia del aparato estatal. Si esto lo hubiesen hecho en 2003, cuando se intentaba salir de una gran crisis, el default, con el país en la lona, algunos batallones del Ejército se podrían haber empleado para tareas puntuales. Pero, ¿once años después? ¿Es necesario, en La Paternal, que los soldados con uniforme de fajina estén haciendo obras de limpieza? Es algo degradante para el Ejército Argentino, que debería sentir orgullo por otras batallas.
Es francamente un insulto a la inteligencia. Pero el día de mañana, cuando comience la transición, que es inexorable, vamos a tener que hacernos cargo de que este gobierno que híper ideologizó al Ejército Argentino.
© Pepe Eliaschev