Pasión por la radio

Desde el prehistórico antecedente de 1967 (mi primer programa propio), cuando salía de la adolescencia, casi nunca dejé de hacer radio. Columnas, entrevistas, editoriales, audio puro, momentos rescatados y preservados de lo que es, para mí al menos, el más íntimo, confiable y directo de los medios de comunicación, el que involucra a los seres humanos ante un micrófono.
Viernes 31 de octubre de 2014Pasión por la Radio

País conventillo

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Buenos Aires, 31 de octubre de 2014 – En numerosas oportunidades, ante este mismo micrófono, sentado en este mismo sillón y acodado en la misma mesa, he reiterado que es necesario liberarse del cepo mental de hablar, comentar, interpretar, los dichos y las ocurrencias de la Presidente de la Nación. He dicho, incluso, que además de necesario, es indispensable evitarlo. La conversación argentina tiene que florecer, madurar, diversificarse, tras largos once años vivimos, en muchos sentidos, encadenados a la noción de que lo único que vale la pena es regresar, nuevamente, a los dichos de ella. Lamentablemente para mí, no tengo más remedio que ocuparme nuevamente de los mensajes que hoy, 31 de octubre, la señora de Kirchner le hizo llegar al presidente Barack Obama.

Más allá de los sarcasmos y de las ironías respecto de la primera potencia del mundo, es poco menos que imposible descifrar qué quiere y se propone realmente la ciudadana presidente al dirigirse de manera pública, como si se tratara del más normal de los mecanismos, al presidente de los Estados Unidos, para que le aclare si una funcionaria, que aparentemente habría sido designada por él en un organismo claramente secundario, es la misma persona que aparece como una de las cabezas de la Fuerza de Tareas de Argentina en los Estados Unidos, un grupo de fondos financieros que viene pleiteando con nuestro país hace varios años.

Propongo encarar las cosas a la inversa. Si una relación entre dos países -más allá de cuál es su tamaño, producto bruto e influencia mundial– exige una aclaración necesaria. Si, efectivamente, uno de esos países ha adoptado una decisión que puede molestar al otro, existiendo, como existen, mecanismos formales, protocolos diplomáticos largamente ensayados y aplicados, teniendo como tenemos, supuestamente, a una embajadora ante el Gobierno de los Estados Unidos, ¿qué sentido tiene que Cristina Kirchner se dirija a Barack Obama diciéndole “esperemos que todo esto sea una confusión, y que se trate simple y felizmente de un caso de homónimos”? ¿Cómo “esperemos”?, me pregunto. ¿No existen hoy los mecanismos, perfectamente pulidos, por Internet, para saber de qué estamos hablando? Y una vez que esa incertidumbre hubiera sido despejada: ¿no existen los escalones intermedios, los pasos previos, las gestiones confidenciales? ¿Es que acaso tenemos un desembarco de la Infantería de Marina de los Estados Unidos en la Península Valdés, o en la provincia de Santa Cruz? ¿Ha habido un lanzamiento de paracaidistas del Regimiento 101 aerotransportado de los Estados Unidos sobre la provincia de Salta?

En el supuesto caso de que esta Nancy Soderberg, que perfectamente podría ser un homónimo, no lo fuera, ¿es indispensable que la presidente de un país auto marginado del mercado mundial financiero, se dirija en tono amenazante, intimidatorio, prácticamente patotero, a un país y a un gobierno contra el que se pueden tener los reclamos más diversos y con el que se puede estar perfectamente en gran desacuerdo, lo plantee en estos términos? No, no lo es. Esto forma parte no solamente de una metodología ruidosa, vociferante, propicia a los escándalos, sino de una concepción narcisista y autorreferencial, según la cual, la Casa Blanca, anoticiada de la carta intimidatoria de la presidente de Argentina, reaccionaría llena de pánico y por preocupada por aclarar públicamente que no es así, o si así fuera, retirar el nombre de esta persona.

El peronismo en general, y el kirchnerismo en particular jamás han conseguido entender que, incluso en la peor de las circunstancias, los Estados Unidos viven en un estado de derecho, en donde hay una permanente ponderación y equilibrio entre los diferentes poderes. ¿Necesito recordar Watergate? ¿Es que acaso hay que regresar a lo que dejó como lección el famoso escándalo que se llevó puesto –literalmente – al poderoso presidente Richard Nixon? Aquel país y su república imperial de 1974, son, en esencia, los mismos Estados Unidos que hoy conocemos. No funciona de esa manera ese país. No funcionan de esa manera las naciones que han adoptado con firmeza y tenacidad el esquema de la república democrática. No se utilizan las vías públicas para amenazar en tono intimidatorio a un hombre que, de hecho, es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas más poderosas del planeta. No porque el presidente Obama se valga de esa condición para subestimar a todos aquellos que no le llegan a los talones. Esto no lo hacen ni siquiera grandes potencias como Alemania, Reino Unido, Francia o Canadá, para citar algunas, que han tenido y tienen numerosos problemas con los Estados Unidos. Alemania tuvo, este mismo 2014, una situación delicadísima, al revelarse que había penetración de la inteligencia norteamericana en el gobierno federal alemán. Brasil tuvo problemas. La presidente Dilma Rousseff canceló una visita oficial a Washington, cuando se enteró, a través del delator Edward Snowden, de que los Estados Unidos, o sectores de inteligencia norteamericana, le hacían un seguimiento cuerpo a cuerpo a la presidente Rousseff.

Pero lo de la Argentina es verdaderamente impresentable. Es una exhibición de cultura aldeana, cerrada, hostil, beligerante y, lo que es más grave, perfectamente estéril, que solamente sirve para ganar titulares en los medios argentinos. Fui más allá de la ironía como arranque hoy, 31 de octubre, afirmando que esta iba a ser una noche dura para los Estados Unidos, al conocerse el ultimátum de la presidente Cristina Kirchner; más allá de que esto, de alguna manera, nos pueda dibujar una sonrisa en nuestros rostros, el episodio es grave. Porque cuando un país como el nuestro comienza a confundir el escándalo de conventillo con la energía militante, cuando un país como la Argentina comienza a entrelazar en un mismo mix, oscuro y espeso, la prepotencia de las consignas vacías con las políticas de Estado serias y mesuradas, es porque está en severos problemas.

Esta es la Argentina que vamos a heredar de acá a un año, un país en donde la titular del Poder Ejecutivo se vale de las redes sociales para amenazar impunemente –sin siquiera tener confirmación de lo que está diciendo- al hombre político más importante del mundo. Esta es la herencia. Porque esta Argentina es la que queda registrada y la que queda visualizada en el sistema de toma de decisiones de los países más importantes del mundo.

 

© Pepe Eliaschev

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