Pasión por la radio

Desde el prehistórico antecedente de 1967 (mi primer programa propio), cuando salía de la adolescencia, casi nunca dejé de hacer radio. Columnas, entrevistas, editoriales, audio puro, momentos rescatados y preservados de lo que es, para mí al menos, el más íntimo, confiable y directo de los medios de comunicación, el que involucra a los seres humanos ante un micrófono.
Viernes 18 de abril de 2014Pasión por la Radio

Un día como hoy

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Buenos Aires, 18 de abril de 2014 – Es cierto que es sospechoso ocuparse de ciertas cuestiones solo porque la fecha lo marca. A esta deformación la tengo en cuenta y trato de precaverme de ella. Trato de protegerme y protegerlos de la manía de las efemérides, esa costumbre de hablar de cuestiones o  personajes solo cuando lo indica el calendario, para después olvidarse. Tengo la esperanza de que éste no sea el caso. Sin embargo, no puedo dejar de tener en cuenta que es un Viernes Santo, mismo viernes santo que me ha encontrado a lo largo de tantísimos años frente a un micrófono, asumiendo la responsabilidad, para mí muy delicada y exigente, de entrar en una casa, una cocina, un living, un dormitorio, un auto o algún vehículo de transporte, asumiendo que, más allá de la inscripción religiosa específica en términos confesionales de cada uno, el espíritu es insistentemente reiterado para todos. Son días especiales.

En este caso, la semana ha vuelto a asociar casi sin distancias la Pascua judía a la Pascua cristiana. Son celebraciones que tienen perfiles muy propios y sería absurdo y no corresponde identificarlas por completo, aunque tienen, por otro lado, puntos de contacto estremecedores. Quiero elegir para esta ocasión algunas palabras que se mencionan con frecuencia, y algunos conceptos que merodean nuestra vida cotidiana en ocasión de las Pascuas.

Se habla de la Pasión de Cristo y de la liberación del pueblo judío de la esclavitud. Se habla del Éxodo, de la persecución, del sacrificio. Aparece el concepto del mal y el concepto del bien, y aparece la búsqueda de la verdad. Esto es así en 2014, y era así hace 2000 años. Aun cuando la apariencia de nuestra vida como seres humanos ha cambiado hasta tornarla irreconocible en el espacio de solo dos generaciones, es curioso y conmovedor que, pese a que los siglos acumulados de historia humana registrada, hay situaciones, emociones, búsquedas y palabras que tienen tanta vigencia hoy como hace veinte siglos.

No puedo hablarles con autoridad litúrgica, porque carezco de ella. Pero tengo para mí que la noción de la Pasión de Cristo pone en un sitial especialmente estremecedor esa emoción llamada pasión. Se nos presenta, en consecuencia, como un hombre apasionado. Así de fuerte, dominante y  determinante es su pasión, que incluye su propia vida. Una vida, claro: la vida terrenal. Días atrás hablábamos aquí del Éxodo, uno de los libros del Pentateuco, esa epopeya que lleva a 600.000 personas –dice la Biblia- a recorrer el desierto en búsqueda de la Tierra Prometida saliendo de la esclavitud, a la que no quiere someterse ese pueblo, pero que lo ha capturado. Se libera de ella mediante la gestión divina. Acá veo asociadas, entonces, estas dos nociones: la aparición y presencia de un ser Todopoderoso, Yahvé, y la consagración de la libertad como un bien irrenunciable. No se puede vivir sin libertad. No se puede vivir en la esclavitud. La esclavitud es sinónimo de la degradación de la condición humana.

Cristo es perseguido y sacrificado. Está prometiendo cosas que los poderosos del momento no quieren admitir y ante las cuales sienten temor. Por eso hay una crucifixión. Ha alterado un orden establecido. El hombre de la pasión es un hombre perseguido.

El pueblo israelita busca su libertad y cruza el desierto. Cristo hace un sacrificio, pero no lo hace en términos de omnipotencia retórica, sino porque lo vive como el tránsito que es necesario consumar para que los hombres puedan imaginar un destino a la altura del desafío de la condición humana.

En todas las historias pascuales aparecen el bien y el mal. Mismos conceptos y mismas realidades que hoy día nos persiguen y nos atribulan. El bien y el mal acompañan la peripecia humana. Hasta este mismo momento, tal como explica la lectura bíblica, hay malvados y hay virtuosos.

Los seres humanos no somos iguales. Algunos aludirán a la presencia del Diablo. Como quiera que se lo quiera interpretar, hay claramente una dicotomía. Estamos permanentemente convocados a cometer maldad; estamos permanentemente posibilitados de recorrer caminos de rectitud.

Este Viernes Santo me parecía importante poner sobre la mesa estas nociones, porque a mi modesto modo de ver, sugieren un camino de permanencia en los problemas interesantes de la condición humana.

Hablo de esos problemas interesantes, que se nos escabullen todos los días en la agenda periodística y son los que se pueden encarar en días como hoy. Me congratulo de poder hacerlo, para que lo podamos compartir con millares de personas que están escuchando, y para que podamos juntos reflexionar sobre este hecho que tan curioso y llamativo.

¿Por qué razón las cuestiones interesantes están consignadas a las jornadas excepcionales?

Se me dirá que, en términos generales, esto es así en todo el planeta y que difícilmente las sociedades masivamente consideradas se aboquen a las cuestiones interesantes. Debe ser cierto. Quizás yo sea muy exigente al plantear que, cuando pasan se dan este tipo de situaciones, cuando atravesamos estas fechas, es cuando nos acordamos que hay cuestiones interesantes.

Sucede con los judíos en Iom Kipur, el Día del Perdón. Sucede con los cristianos en la Pascua.

En cualquier caso, sin quejarse, reclamar, ni protestar, tengamos presente que, cada uno en lo suyo, y sobre todo nosotros, los periodistas, tenemos la oportunidad de traer, al debate y al diálogo cotidiano, la presencia de los temas importantes y de los problemas interesantes.

Éste es uno de esos días y así quiero marcarlo, hablando de pasión, de libertad, de persecución, de sacrificio, del bien y del mal, que también existen. Pero, sobre todo, diciendo la verdad.

 

© Pepe Eliaschev     

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