Pasión por la radio

Desde el prehistórico antecedente de 1967 (mi primer programa propio), cuando salía de la adolescencia, casi nunca dejé de hacer radio. Columnas, entrevistas, editoriales, audio puro, momentos rescatados y preservados de lo que es, para mí al menos, el más íntimo, confiable y directo de los medios de comunicación, el que involucra a los seres humanos ante un micrófono.
Viernes 8 de agosto de 2014Pasión por la Radio

Violación flagrante

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Buenos Aires, 8 de agosto de 2014 - Es un caso de totalitarismo mediático que no tiene precedentes. Como en gran medida la sociedad argentina su perdido la capacidad de asombro, vamos deglutiendo la estrategia de las cadenas nacionales con la misma naturalidad con la que uno ve pasar un auto por la calle o a una persona caminando. Forma parte de nuestro panorama visual. Efectivamente, a estas horas, ayer, ustedes no solamente no me podían escuchar a mí o a mis compañeros. No podían escuchar nada que no fuese la voz de la Presidente. Una vez más, la brutal cadena nacional de radio y televisión volvía a descerrajarse sobre los argentinos, como si, de alguna manera, el poder político dijese: “a mí no me importa nada lo que decide la gente. La gente habrá de escuchar lo que yo quiero que se escuche”. Esta frase resume el punto de vista presidencial.

Llegó el momento de hacer un poco la historia de toda esta calamidad, que aguardamos, sea corregida desde diciembre del año que viene, porque tengo para mí que la Presidente no sólo no va a alterar su estrategia, sino que está muy convencida de que es eficaz. Alguien tiene que haberle vendido – o su propio intelecto tiene que haber pergeñado- la noción de que aplastar a la gente con palabras, literalmente convertirse en una gota que trepana la roca, es la mejor manera de ganar amigos, como si la ideología oficial quedara consignada en la máxima: “al que no le gusta la sopa, ¡más sopa!”.

Ayer la presidente de los argentinos se apropió de 56 minutos de la radio y la televisión de toda la República para dar a conocer sus opiniones, sus puntos de vista, sus preocupaciones, sus inventos, sus exabruptos. En términos promedio, sin mayor posibilidad de error, nos volcó 7.300 palabras. Equivalen esas 7300 palabras a 42.000 espacios con caracteres, en la jerga de los periodistas gráficos. Cada columna mía de los domingos en Perfil tiene 6.000 caracteres. En consecuencia, lo que ayer habló la Presidente –con la que no me pretendo comparar- equivale a 60 columnas mías en Perfil, un año y cuatro meses de columnas, un verdadero libro.

Pero el punto de partida de esto, no solamente el desagrado estético y la sensación de arbitrariedad infinita que implican las cadenas, y el sabor amargo que deja el acostumbramiento cívico a ellas, es que se trata de una flagrante violación de la propia ley de medios por la que ellos se batieron durante tanto tiempo. La ley de medios, numerada 26.522 y promulgada por el Poder Ejecutivo ya durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner el 10 de octubre de 2009, estipula claramente, en idioma español, en su artículo 75, que el Poder Ejecutivo Nacional y los poderes ejecutivos provinciales podrán, “en situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional, disponer la integración de la cadena de radiodifusión nacional o provincial según el caso, que será obligatoria para todos los licenciatarios”.

Le pregunto al oyente de Radio Mitre, le pregunto a mí oyente, si realmente, con la mano en el corazón, se puede llegar a afirmar que estas cadenas presidenciales se justifican por tratarse de situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional. La respuesta es no. Sobre todo porque estas cadenas se han convertido en una especie de show multimedia, en donde la Presidente habla en videoconferencia con diferentes lugares del país, o dialoga con sus invitados, que ayer, observaba yo las caras, hacen esfuerzos inauditos para no aburrirse.

Hay aquí, además, un tema conceptual que me interesa explicitar; este es un Gobierno que se ha valido, como sucedió durante el Bicentenario, de la creatividad y de la supuesta transgresión de las viejas normas, que se ponen en manifiesto en sus grandes movidas callejeras. Se trata de un gobierno que no le ha hecho asco a ningún esfuerzo por llevar adelante sus puntos de vista y sus posicionamientos. Tienen derecho a eso, y de esa manera ellos han insinuado que las maneras tradicionales de comunicarse no sirven para nada. Pero si las maneras tradicionales de comunicarse no sirven para nada, ¿por qué insiste la presidencia de la Nación en atribular y torturar la vida de los argentinos siempre a la hora de la vuelta, con estas exposiciones interminables en las que muy a menudo se nota la indigencia conceptual y la escualidez de los razonamientos de la propia Presidente, que suele manipular papeles y buscar cifras, a menudo sin saber de qué está hablando y apoyándose en latiguillos y modismos que le permitan salir de la situación. Ella misma se coloca, al improvisar durante 56 minutos apoyada en estos machetes, en situaciones que, lejos de comunicar algo bueno a la sociedad, no hacen más que demostrar su propia debilidad argumental.

Hay aquí otro elemento que es notable que nadie se lo haya advertido. Hablar durante 56 minutos sin ser interrumpida por nadie, entregando al aire decenas de cifras al aire sobre exportación, producto bruto, déficit comercial, valores de la moneda, utilizar el lenguaje coloquial de la comunicación humana para llenarlo de supuestos argumentos sólidos es un error comunicacional y político de gravedad notable. Todo parecía indicar que lo que más le importa a la señora Presidente es hablar, mover alternativa y nerviosamente los micrófonos, y seguir manipulando las hojitas que le preparan y las filminas de las que ella se siente tan orgullosa, cuando en rigor de verdad, este tipo de comunicaciones y razonamientos, perfectamente legítimos para una presidente o para un ministro, tendrían que ser entregados a la sociedad de manera infinitamente más amistosa, humana, moderna, práctica y funcional, por la vía escrita y no por radio y televisión.

Según una primera investigación que lamentablemente no creo que haya sido seguida, y que se publicó el 5 de septiembre de 2009 en La Nación con la firma de la columnista Natalia Pecoraro (“La cadena nacional, un clásico de la presidente”) ella arrancó con su primera cadena nacional al cumplir un año como presidente, el 25 de mayo de 2008. A partir de ahí, el informe de Natalia Pecoraro, que lamentablemente se corta en 2009, Cristina pronunció nada menos que 13 cadenas, en algunos casos, inclusive, un día luego del otro, sobre todo durante la crisis agropecuaria.

No voy a hacer “nestorismo” de ocasión, pero el finado Néstor Kirchner sólo usó la cadena nacional dos veces en cuatro años. La primera, el 4 de junio de 2003, fue un mensaje inolvidable, cuando Kirchner le reclamó al Congreso Nacional que removiera a los jueces más cuestionados de la llamada “mayoría automática” en la Corte Suprema. Esa de 2003 fue su única utilización de la cadena. En 2004 no la usó, tampoco en 2005y recién el 29 de diciembre de 2006, por segunda y última vez, Kirchner utilizó la cadena, cuando Luis Gerez, un testigo que había acusado a Luis Patti de apremios ilegales durante la dictadura, llevaba dos días desaparecido. Una hora antes de que apareciera Gerez, Kirchner encaró la cadena nacional para acusar elementos militares y parapoliciales del supuesto secuestro. Era un caso evidente, como en el primero, de excepción, todo lo contrario de lo que hace Cristina Kirchner, que utiliza la cadena nacional como un espacio televisivo gratuito que nosotros le debemos abonar a ella.

¡Qué fracaso estrepitoso han resultado los medios manejados por el Gobierno si es necesario recurrir a la cadena obligatoria prácticamente de manera semanal! Si el Gobierno ayer se hubiera manejado, por ejemplo, con Canal 7, Encuentro, Canal 9, Telesur, Canal y Crónica, seis señales que domina, se podría haber dado por hecho. Podría haber intentado que las señales más o menos en el medio, América TV, Telefé, América 24, Canal 26, entraran o no, pero hubiese tenido seis pantallas a su servicio. Lo que pasa es que las esas seis señales mencionadas tienen cero rating. Cuando el Gobierno hace la cadena, tanto para televisión como para radio, apunta a medios independientes como Radio Mitre, TN y Canal 13, que ciertamente no transmitirían la cadena voluntariamente.

Es un caso de arbitrariedad escandaloso. Me sorprende y asombra muchísimo que los partidos políticos, la sociedad civil en su conjunto, nos hayamos acostumbrado a esto. Porque si definitivamente es una violación a la ley, ¿qué está esperando algún partido político, algún dirigente, algún funcionario, algún ciudadano de la calle para presentar una demanda? Además de ser algo profundamente arbitrario, es una clara infracción de la ley, que demuestra que, en el pensamiento nacional y popular, el encadenamiento está en el eje de su disco rígido.

 

© Pepe Eliaschev

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