Palabras Impresas

Aquí están todas mis Columnas publicadasen los medios gráficos de los que soy columnista permanente: El Día, Diario Popular, Perfil y otros ocasionales. Esto que pasa es mi comentario de fin de semana y se publica hace más de diez años.
Domingo 13 de abril de 2014Diario El Día

Corriéndose al fondo, a la derecha

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 Buenos Aires, 13 de abril de 2014 – Hay detalles que lo son sólo en apariencia. No siempre la agenda periodística debe concentrarse en los trazos gruesos de la coyuntura.

Claro que esta semana hubo un paro nacional, fuerte y visible. Explicaciones hubo muchas, desde la versión oficial (extorsión, piquete, movida política, ciudad sitiada), hasta la más cercana a los hechos. Pero el punto aquí es otro: la idea es entender esto que pasa desde la óptica aparentemente irrelevante de las cosas pequeñas, lo que los argentinos llamamos altaneramente “peccata minuta”, o sea pequeños pecados. ¿Pequeños pecados? En una carta de lectores publicada ayer, sábado 12 de abril, el director ejecutivo de la Fundación Sales, Arturo Prins, dice mucho más del momento argentino que lo que varias columnas como ésta pudieran decir. Prins creó en 1976 esa fundación, inspirado en San Francisco de Sales, en homenaje a “su amor a la ciencia y por la precaria pero eficaz comunicación social que utilizó para enfrentar los problemas de su tiempo. Su coraje, tenacidad y optimismo nos siguen animando”. Se dedica en especial a la investigación del cáncer, sosteniendo económicamente a destacados científicos, que investigan en prestigiosas instituciones.

PATRAÑAS

La carta de Prins, publicada en La Nación , suscita uno de esos terribles momentos en los que un argentino decente se siente atosigado de vergüenza, abochornado por cuestiones que acontecen en este país. Dice Prins que “con asombro leí el Twitter de la presidenta Cristina Kirchner que el diario Página/12 reprodujo en su tapa el 2 de abril pasado. La Presidenta afirma que el investigador del Conicet Gabriel Rabinovich le entregó una foto que lo muestra junto a Néstor Kirchner en la Casa Rosada, en marzo de 2004. Ese año, Rabinovich había publicado un avance significativo contra el cáncer, motivo por el que lo recibió el entonces Presidente. Cristina agrega que no conocía la foto y que el investigador le contó ‘que allá por 2003, ya tenía todo arreglado para irse del país porque sentía que su patria no lo incluía. A su patria no le interesaba lo que él hacía como científico, y me dijo que se quedó porque llegó Néstor. A raíz de sus investigaciones -concluye la Presidenta- él y su equipo han descubierto un mecanismo para tratar tumores resistentes a terapias convencionales’”. Explica Prins que “la información omite mencionar que en marzo de 1999 Rabinovich pidió a la Fundación Sales ayuda para un viaje. Al ver sus antecedentes y como tenía propuestas del exterior, personalmente pedí a Sales que sostuviera sus investigaciones en el país.

En 2004, fecha de la fotografía, la Fundación ya hacía cinco años que apoyaba al científico mediante becas para él y sus primeros seis investigadores; la adquisición de 13 equipos de laboratorio, drogas y consumibles; 16 viajes a reuniones científicas del país y el exterior, y todos los gastos que solicitaba para sus investigaciones. Con esas donaciones, que se mantienen hasta hoy y totalizan casi tres millones de dólares, Rabinovich logró los resultados que la Presidenta indica en su Twitter. Es justo decir que ese dinero fue silenciosamente aportado a la Fundación Sales por decenas de miles de ciudadanos desde 1999 y por las familias Ferioli y Ostry, que donaron importantes sumas para el investigador desde 2001”.

MEZCLA

Esa mezcla salvaje de impunidad y banalización configura el escenario más evidente de lo que se vive en la Argentina, sobre todo cuando la primera mandataria no trepida en subirse a cualquier atril retórico para enunciar frases insostenibles por lo evidentemente falsas. Al “apoderarse” simbólicamente de los tres millones de dólares que una fundación privada le dio al oncólogo Rabinovich, la Presidenta reitera una conducta suya ya proverbial. La pasión compulsiva por la frivolidad más insultante ha devenido en política de Estado. A 36 horas de un paro nacional que efectivamente detuvo y paralizó al país, la Presidenta tuvo tiempo y ganas para ir a Villa Martelli a encabezar una cadena nacional de radio y TV destinada a dar por iniciado un laberíntico “Encuentro Federal de la Palabra”, mero zafarrancho supuestamente cultural destinado a primerear y, si fuera posible, opacar a la inminente Feria del Libro, cuya 40ª edición arranca el 24 de abril en Buenos Aires. Para conferirle a este “encuentro” un sabor fuertemente “nacional y popular”, la Presidenta “de los 40 millones de argentinos”, como la anuncia, con un grito desencajado, la fornida locutora oficial, ordenó que, además de su sempiterno discurso, se emitiera por la cadena oficial un varieté de pedestre gusto, incluyendo un hombre identificado como Mustafá Yoda, rapero hip hop, con los ojos ocultos tras anteojos negros, tatuado y producido con una especie de chaqueta de fajina. También descolló un cultor del stand-up, cuyos chistes fueron perfectamente impresentables. Ejemplo, dirigiéndose a la Presidenta, “¿puedo llamarla Cristina?”. Cristina asiente, “claro”. Réplica del “estandapero” por cadena nacional, “bien, entonces la llamo mañana”. ¿Se querían matar o realmente gozaban del humor nac&pop los capitostes allí congregados? Junto a la Presidenta, encabezaban la astracanada el ministro de Educación y el secretario de Cultura. No cuesta entender por qué el Gobierno arma con tamaño derrame de gastos un encuentro de “la palabra”. La palabra es el terreno en el que desde siempre el kirchnerismo se ha sentido más cómodo y eso explica el caso Rabinovich; hasta de aquello que no le pertenece se apoderan, convencidos de que puede pasar inadvertido un ejercicio tan desaprensivo de confiscación verbal.

REGRESIÓN

Pero las frivolidades son apenas el maquillaje de fenómenos todavía más temibles. Que Axel Kicillof haya subido esta semana a Washington para participar de la reunión de ministros de economía y presidentes de bancos centrales del G20, es tremendamente elocuente de las penurias del gobierno argentino, porque en ese encuentro la presencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) era decisiva. El FMI fue grato con esta Argentina de abril de 2014. Efectivamente, la realidad mandó a hacer los deberes y algunos de ellos han sido hechos. La inflación ha sido reconocida, la caída del producto interno bruta es admitida por el Gobierno. Son “avances importantes” estos pasos dados por Cristina Kirchner, dijo el Fondo.

El “programa pautado” ha tenido cumplimiento y aun cuando la Casa Rosada todavía patalea y no acaba de admitir que deberá admitir el monitoreo del FMI, da todos los pasos para que ese hecho termine cumplimentándose. La Argentina de Cristina milita hasta hoy en el pelotón de países que se niegan a abrirle la puerta al Fondo, un quinteto de parias entre los que se ubican Eritrea y Somalia. Para el economista Rodrigo Alvarez Litre, de la consultora Analytica, “por primera vez desde 2002, el ajuste está llegando con intensidad al motor del crecimiento del modelo kirchnerista. Caída del poder de compra de salarios, jubilaciones y menos crédito, son obstáculos muy difíciles de sortear. El freno al consumo empezó en los bienes durables: durante febrero la venta de autos y motos cayó 8% y 27% respecto a un año atrás (si se toma el promedio diario, la reducción es del 22% y 38%, respectivamente) en tanto que la de electrodomésticos registró una contracción del orden del 40%”.

 

ESTANFLACIÓN

 

El diagnóstico incluye una explicación clave: “A diferencia de 2009 y 2012, la onda expansiva también está llegando al consumo masivo. De hecho, en enero ya dio cuenta de una caída del 0,5% en las ventas de supermercados debido a la importante disminución en la venta de alimentos congelados, artículos de limpieza y de perfumería e incluso alcanzó a la de alimentos secos (-1%). Sólo el rubro bebidas escapó a esta tendencia que, por el efecto de la ola de calor, subió 8%. Habida cuenta del alza de precios en los meses siguientes, estimamos que esta tendencia se acentuó en febrero y marzo”.

Estos datos permiten razonar que el Gobierno cree estar garantizándose de este modo lo que sucederá de aquí a las elecciones de octubre de 2015, evitando un colapso fiero, pero “freezando” la economía, admitiendo inflación alta y en ascenso, y la consecuencia inexorable de este programa: caída del salario real. El discurso vacío se hace ya inaguantable. La confesión de que el Gobierno creyó blindarse durante siete años con estadísticas absolutamente fraudulentas permite ahora concluir que desde 2012 es pobrísima la performance de la economía nacional. Esto tiene nombre y apellido, y desde hace mucho: se llama estanflación, y es el connubio entre estancamiento e inflación. Esto es lo que pasa ya mismo, al margen de los piquetes extra CGT de la enfática izquierda trotskista, que les muerde los talones a los veteranos jefes del gremialismo tradicional, cuyo sobrepeso no es solo corporal, sino también ideológico.

Como dice Alvarez Litre, “el Gobierno parece conformarse con alcanzar la meta, sin avanzar en corregir los desequilibrios estructurales. El financiamiento externo es un buen aliado para mitigar los costos del ajuste pero también puede terminar siendo un atajo usado para eludir y posponer las correcciones estructurales todavía pendientes”. Se sabe, pues, que esto es inexorable, porque una épica retórica basada en el desendeudamiento se rompe los dientes al confesar que ahora van por el endeudamiento. Por eso abundan las palabras gaseosas, esa sopa de la gran sarasa nacional. Los “pibes para la liberación” deberán aprender a deglutir las razones tácticas por las cuales el FMI, ahora sí, puede ser amistoso con la Argentina.

© Pepe Eliaschev
Publicado en Diario El Día

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