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Domingo 26 de agosto de 2012Diario El Día

Ganar en el 2015 con los chicos de 16

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Buenos Aires, 26 de agosto de 2012 - La exaltación de la juventud como conductora de la historia no es una herramienta nueva en los grandes debates políticos del mundo.

Muchos líderes y fuerzas ideológicas la han utilizado a mansalva desde siempre. Numerosos jóvenes en diferentes momentos de la historia también se han fascinado con su propia juventud, atribuyendo a esa pasión arrasadora de los años primeros una excepcionalidad invencible. Nada demasiado original se detecta, pues, en el dogma oficial que la Presidenta enuncia ahora mismo y con tanto deleite.

Asombra, sí, que el Gobierno presuma que la operación puede pasar sin ser detectada en sus objetivos tan obvios. Los diseñadores de las políticas presidenciales han optado claramente por un “target” demográfico que se les aparece como milagroso. Apuestan a perpetuarse en el poder masajeando especialmente los oídos juveniles, hablando para ellos, tomando decisiones que susciten el arrobamiento de los menores de 35 años, que los votarían como sus dilectos abogados y defensores.

REITERACIONES

Ha inventado el Gobierno un modelo retórico perfectamente insostenible, pero al que se ciñe con la disciplina de las sectas. Según la Presidenta, la política “re” nació en la Argentina de la mano de Néstor Kirchner, hace apenas nueve años. Pasa por alto incluso la propia peripecia del peronismo, antes y después de 1955. Como en todo lo que hace y dice, entiende que nadie hizo nada parecido antes. No sólo María Eva Duarte, Evita, llegó a la cúspide del poder cuando se convirtió en primera dama a los 27 años. Antonio Cafiero fue ministro de Juan Perón a los 30. Esteban Righi fue ministro del Interior de Héctor Cámpora a los 35. Carlos Ruckauf fue ministro de Trabajo de Isabel Perón a los 31. Carlos Menem designó a Gustavo Beliz, un muchacho de 27 años, como su ministro del Interior en 1989. Montoneros fue una organización fundada por menores de 25 años. Firmenich, Abal Medina, Ramus, Mazza, Arrostito y muchos otros acababan de salir de la escuela secundaria cuando se convirtieron en fundadores de las “formaciones especiales” de Perón.

Cristina Fernández repite como letanía la noción de que junto a ella “hay miles de jóvenes (…) que están descubriendo la política todos los días”. El postulado biofísico del oficialismo no sólo es falso tocante al peronismo. Es igualmente falaz de cara a otras experiencias democráticas. Cuando Raúl Alfonsín lo designó a Facundo Suárez Lastra como sucesor de Julio César Saguier, en 1987, ese nuevo intendente de Buenos Aires tenía 33 años. Enrique Nosiglia fue ministro del Interior muy “viejo”, a los 38.

Se puede alegar que eran figuras jóvenes en una política manejada por veteranos. Tampoco eso es cierto. Las juventudes de los partidos políticos jugaron un enorme papel en la Argentina desde fines de los años cincuenta, y lo siguieron haciendo después del final del gobierno militar en 1983. Peronistas, radicales, socialistas, liberales, intransigentes, demócratas cristianos y demócratas progresistas militaban en agrupaciones universitarias y frentes territoriales sin contraprestaciones monetarias. En las universidades estatales la actividad política se desarrolló intensamente desde 1955 hasta 1976 y desde 1983 hasta hoy. En un solo período estuvo prohibida la militancia juvenil: fue entre 1946 y 1955, los años de Perón, a menos que se considere “militancia” a la polémica Unión de Estudiantes Secundarios creada en los años cincuenta por “el conductor”.

INVENCIONES

La Presidenta se extasía ahora elogiando a los jóvenes que “van a pintar escuelas, van a las cárceles, van a los barrios a militar con las armas de la democracia”. Subraya que este fenómeno nació con su marido y con ella. No es cierto. Aguerridos contingentes juveniles de izquierda y cristianos de base hacen esas nobles tareas desde siempre. La Juventud Estudiantil Católica, por ejemplo, rastrilló barrios, educó niños y contuvo a millares de familias hacinadas en las villas, durante décadas.

El kirchnerismo postula que la política y la juventud son sus inventos; nunca nadie habría hecho antes algo parecido. Dice Cristina Fernández: “la historia la movilizan los jóvenes. Es maravilloso que tengamos a miles de jóvenes pintando banderas y escuelas. Me parece maravilloso”. Como sucede con su previsible arsenal retórico, el Gobierno ensalza a la juventud, a sabiendas de que ese discurso difícilmente puede ser atacado. ¿Quién osaría hablar mal de los jóvenes? Asombra, eso sí, el desparpajo de haber inventado ese mito de que los jóvenes recién fueron politizados cuando aparece el kirchnerismo. Las propias historias de los principales rostros de la juvenilia K revelan que quienes hoy han sido canonizados en la pirámide del poder argentino como jóvenes politizados, eran cáusticos y pragmáticos apolíticos hace apenas una década.

Hace tres años, en estas mismas páginas, escribí que el jefe de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, y Andrés Larroque “se conocen de su actividad política en el Colegio Nacional de Buenos Aires, de donde egresaron en 1990. Antes de ser designado número uno de la aerolínea gubernamental, Mariano Recalde fue candidato en la lista de diputados kirchneristas de la Capital en las elecciones de junio (de 2009), que sacó el 11% de los votos. Su mayor antecedente político data de 2001, cuando formó el Grupo 501 para sabotear las elecciones legislativas de octubre de ese año. El Grupo 501 era duramente anti-político. Propugnaba que los jóvenes se alejaran de la Capital Federal a más de 500 Km. para no tener que votar ni ser sancionados por no hacerlo, un prodigio de activismo democrático. Larroque, que en su adolescencia militaba en la izquierda “de base” alejada del peronismo, acaba de ser promovido por los Kirchner a un cargo en la jefatura de Gabinete, al lado de Aníbal Fernández” (“Se va formando el esqueleto del peronismo”, EL DÍA, 25 de octubre de 2009). La “politización” que pregonaban esos funcionarios politizados de hoy, consistía en irse al campo para no votar, pese a que ya habían conocido el sabor del aparato partidario.

GATAFLORISMO

Otro argumento de la Presidenta que tiene características tentativamente románticas es exaltar a los jóvenes alegando que contra ellos conspiran gerontes que los odian. Afirma la Presidenta: “hay algunos a los que les molestan los jóvenes. Cuando van a bailar al boliche, porque van a bailar al boliche, cuando militan, porque militan. Les molesta que bailen, que vayan al boliche, les molesta que militen”. Este postulado cristinista oculta mucho más de lo que parece decir. En verdad, podría decirse que la única manera de dejar “tranquilos” a los jóvenes sería liberarlos de la máquina homicida del paco y otras sustancias degradantes, eximirlos del delito precoz, sustraerlos del embarazo adolescente. Dejarlos “tranquilos”, piensan muchos expertos en temas de la juventud, sería ofrecerles seguridad en las calles y trenes, además de generar puestos de trabajo formal y decente.

Las juventudes de los partidos políticos jugaron un enorme papel en la Argentina desde fines de los años cincuenta, y lo siguieron haciendo después del final del gobierno militar

Se encrespa la Presidenta cuando proclama “¡basta de gataflorismo con los jóvenes, déjenlos vivir tranquilos!”. ¿Qué sería ese gataflorismo? Frase bastante gruesa y sobre todo poco propicia para ser vocalizada por una mujer que ya está en edad de ser abuela, la fábula de la “gata flora” es tan conocida que este columnista no necesita repetir aquí su enunciado, pero el lector del EL DIA sabe que se trata de poner y de sacar, de gritar y de llorar. ¿Dónde estaría ese “gataflorismo” mentado por la Presidenta?

El trasfondo de toda esta galopante juvenilización impulsada fríamente por el Gobierno es su conocido y muy avanzado proyecto de que en 2015 puedan votar los jóvenes desde los 16 años. Ésa sería la madre de todas las batallas, seducirlos y encuadrarlos, de manera “eterna”, claro.

© pepe eliaschev 
Publicado en Diario El Día

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