Palabras Impresas

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Domingo 23 de marzo de 2014Diario El Día

Nunca puede haber un almuerzo gratis

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Buenos Aires, 23 de marzo de 2014 - Hay que reconocerle al Gobierno una pétrea capacidad de obstinación, lo cual no es poco en política. Es evidente que la década kirchnerista que habrá de completarse dentro de apenas dos meses, no ha transcurrido sin mella.

No podría haber sido de otra manera. Pero, no obstante, mientras “surfea” meses escabrosos, el Gobierno exhibe llamativa resiliencia. El jueves, para citar un ejemplo, protegió sin ambigüedad al indescriptible Norberto Oyarbide, el juez talismán de la década llamada “ganada”. Al cerrar filas con su proverbial disciplina castrense, la mayoría kirchnerista en el Consejo de la Magistratura consiguió un indulto de hecho para el juez que suspendió un allanamiento judicial a una opaca “cueva” financiera a pedido de un alto funcionario de la Casa Rosada. El pelotón oficial en el Consejo (De Pedro, Álvarez, Moreno, Urriza e Iturrez de Cappelini), hizo lo que se le ordenó desde la Casa Rosada. Respiro momentáneo y vuelta de página. Es sabio no ilusionarse con una casi teórica “factura” a pagar por el Gobierno.

 

 LO IMPORTANTE

Pero en la áspera superficie social importan más que nada tres cuestiones, tan dominantes como asfixiantes: la lacra de la criminalidad (que en la piadosa Argentina los medios llaman “inseguridad”), la depredación de la inflación y los avances asombrosos en el comercio y consumo de drogas duras. Al lado de estos tres ejes de conflictividad y crispación, que el Gobierno envuelva en amianto político al indescriptible Oyarbide, no parece alterar demasiado a nadie. Criminalidad, inflación y drogas son un trípode nefasto, que se proyecta sobre una superficie cotidiana cada vez más marcada por una creciente insatisfacción en materia salarial, en un marco de recursos menguantes. Más allá de toda la decoración seudo cultural, Cristina Kirchner fue a París a pedir la intercesión de Francia en el vetusto y aun abierto pleito argentino por sus deudas con el Club de París. La Argentina les debe unos 10.000 millones de dólares a los países que se agrupan en ese colectivo de acreedores. El presidente de Francia le aseguró su ayuda a la Presidenta, un gesto que si bien no es menor, tampoco es decisivo ni mucho menos. Los acreedores son once países y el Club no hace nada que no cuente con pleno aval del Fondo Monetario Internacional. Ése es el mundo real al que durante interminables años el kirchnerismo ignoró y hasta ofendió con su ninguneo inmaduro y -sobre todo- estéril. Tras una década de literatura de epopeya sobre las supuestas ventajas de no pagar las deudas, ahora la Casa Rosada apura todo lo que puede una cierta “normalización” del statu-quo argentino en y con el mundo. El Gobierno empapa todo de mesianismo y ribetes históricos, pero lo cierto es que lo de François Hollande fue una jugada pequeña y muy barata: Francia sólo tiene el 3% de la deuda argentina con el Club de París. Lo que la Argentina destruyó durante años ha sido mucho y eso no se repara rápidamente.

 CUENTAS PENDIENTES

Al margen del Club de París (tema en el que lo importante no es sólo el monto, sino el concepto, el mundo no tolera indefinidamente esas trapisondas y al final del día siempre hay que pagar), la Argentina tiene pendientes cuentas gruesas, sin cuya solución no hay posibilidad de retornar al mercado financiero internacional. Ese retorno es tan indispensable como inexorable, porque la Argentina necesita desesperadamente crédito e inversiones. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya le había hecho saber al Club de París que, al margen de las medidas adoptadas estas últimas semanas por el Banco Central de la República Argentina (BCRA), la situación económica del país es “extremadamente frágil”. Si los acreedores se proponen que el FMI vigile el plan de pagos del país, tendría que estar en condiciones de revisar las cuentas públicas, un paso que Néstor y Cristina Kirchner prohibieron desde 2006, escudados en la historieta del “desendeudamiento” para recuperar independencia nacional. La Argentina se ha comportado como ese buscador de préstamos que le exige a su eventual acreedor que no le haga un “veraz” para saber cuál es su salud financiera. La semana pasada, al celebrarse la última reunión de los miembros del Club de París relacionada con la Argentina, se volvió a debatir, más que a nada a pedido del Reino Unido, si el FMI se involucraría en la fiscalización del plan de pagos propuesto por la Casa Rosada para pagar los casi 10.000 millones de dólares acumulados en la deuda argentina desde el default de 2001. Según la aguda mirada de Martín Kanenguiser en La Nación de ayer, “pese a que el gobierno argentino había rechazado en forma tajante esa intervención -al ofrecer una auditoría ‘independiente’-, varios acreedores creen que la ausencia del Fondo puede afectar la rigurosidad de esta vigilancia, que se utiliza en todos los acuerdos de mediano plazo”. Como se ve, falta mucho y estamos lejos, aun cuando la mise en-scène oficial de París de Cristina con Hollande se propuso divulgar la idea de un “triunfo” argentino. Una vez que el emisario de Londres hizo conocer el punto de vista del gobierno del primer ministro David Cameron, el funcionario del FMI asignado al Club de París se esmeró en subrayar que el organismo no está en condiciones de efectuar ya mismo un diagnóstico exacto. ¿Las razones? La desactualización del monitoreo que el FMI ejecuta sobre todas las economías de sus países socios, un procedimiento minuciosamente prohibido por la “independiente” Argentina desde hace ya ocho años, y perpetrado por la Casa Rosada después que Néstor Kirchner cancelara aparatosamente las obligaciones de nuestro país con el Fondo. De inmediato, Kirchner ordenó la descarada tergiversación de las estadísticas oficiales del Estado argentino. Según la reveladora crónica de Kanenguiser, “ante la insistencia de varios acreedores, el representante del Fondo tuvo que brindar su visión, que fue bastante pesimista y, entre otras cosas, destacó que el nuevo IPC reveló una inflación significativamente más alta en 2014 que en los años previos, como reflejo de lo que denominó ‘errores’ en el cálculo previo de la suba de precios”.

 ILUSIÓN CORTOPLACISTA

 En el Gobierno, con esa imperecedera mezcla de soberbia, omnipotencia e ingenuidad que lo caracteriza, siempre se confía en zafar rápido de todo. En el mundo, los tiempos son mucho más lentos. Pese a que el funcionario del FMI elogió la decisión del Gobierno de cortar con las mentiras impresentables del INDEC de Guillermo Moreno, una vez que organismo internacional le comunicó que así no se podía seguir adelante en ningún arreglo, tampoco se privó de advertirle a Cristina Kirchner que el estado de las cuentas públicas argentinos era problemático y que el panorama económico argentino no deja de ser “extremadamente frágil”. Las reservas se estabilizaron alrededor de los 27.000 millones de dólares en marzo, tras una pérdida de 3050 millones de dólares en los primeros 60 días de 2014. Cristina Kirchner viene reescribiendo su guión nacional y popular hace varios meses, como lo revela el acuerdo con Repsol para compensarla con más de 5.000 millones dólares por la atolondrada expropiación de YPF. El kirchnerismo se esmera en ser astuto, porque el “arreglo” con Repsol fue divulgado un día antes del encuentro en el curso del cual el Club de París resolvió citar a la Argentina para negociar su oferta a fines de mayo en París. Además de valer una misa, París siempre vale alguna flexión de cintura para los otrora intimidatorios nacional-populares. El rey Enrique IV de Navarra (1553-1610) quería ser soberano de Francia, pero se lo impedía el hecho de no ser católico. Fue entonces cuando proclamo su mítica frase: “París bien vale una misa”; estaba resuelto a convertirse al catolicismo para poder sentarse en el trono de Francia en 1589. Luego que el FMI logró que Cristina Kirchner deglutiera el trago amargo de elaborar un nuevo (y creíble) índice de inflación, se pensó eso le permitiría retomar las negociaciones por el llamado artículo IV, aun cuando no hubo por el momento señales concretas hacia el Fondo en ese sentido. Para la Casa Rosada la opinión del Fondo sigue siendo un tema secundario. Lo único concreto es que el FMI precisa no menos de doce meses continuados de mediciones para poder determinar si la Argentina dejó de mentir y se adecua a lo que le exige. ¿Consecuencias? La Casa Rosada está obligada a no poder distorsionar demasiado las estadísticas, al menos hasta enero de 2015.

SINCERAMIENTO DOLOROSO

Cristina admitió aceptar una medición verosímil del costo de vida (el IPC), pero ahora el Fondo aguarda que la Casa Rosada arranque con una nueva medición del producto interno bruto, igualmente poco transparente hasta ahora. El nuevo PIB se divulgaría en junio venidero. Los países a los que la Argentina les debe dinero exigen un esquema de pago más fornido que el propuesto por el Gobierno en enero, que solo ofreció 250 millones de dólares al inicio y cinco cuotas que van de entre 1000 y 1600 millones de dólares hasta 2019. Ya no caben dudas, si es alguna vez las hubo: la embriaguez supuestamente nacionalista de estos años ha ido acumulando deudas. Son deudas que la Argentina tiene que pagar, sí o sí. No existe el almuerzo gratis, tal como tituló Milton Friedman su libro de 1975, ”There’s no such thing as a free lunch”. O sea: en la vida hay consecuencias.

 

© Pepe Eliaschev
Publicado en Diario El Día

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