Pasión por la radio
De la excepción a la rutina
Buenos Aires, 3 de octubre de 2014 - Hasta no hace muchos años, hubiera sido, en sí misma, una noticia fenomenal. Vota la nación más grande de América Latina. Vota en libertad, sin proscripciones, sin censura, sin persecución, sin Fuerzas Armadas que implanten un orden pretoriano. Afortunadamente –y esta es la buena noticia– esta nueva cita electoral de la nación brasileña ya es una rutina que incluso se sustancia de manera admirable, porque al terminar la jornada electoral en un lapso que no supera las tres horas, se sabrán los resultados finales, no más allá de las 22.
Es una elección de la que pueden participar 143 millones de ciudadanos. La presidente Dilma Roussef va por su segundo período, por su reelección, algo perfectamente constitucional que ya sucedió con otros gobiernos anteriores. Éste el punto de partida: el voto, como herramienta para poder llegar al poder político de los países de nuestro continente ya se ha establecido como rutina inmodificable, en una región del mundo en la que los golpes militares y las aventuras terroristas nos tuvieron en vilo más largas décadas. Nada de eso hoy es posible. Amenazas, conjeturas y sombrías predicciones, afortunadamente nunca se han plasmado, desde que la democracia se abroqueló y se hizo herramienta indispensable e irrecusable.
Por eso lo de Brasil es una competencia franca. No sabemos, a estas horas, cuál será el resultado electoral. Presumo, y esto es lo que están revelando todas las encuestas, que no sería excesivamente factible que la presidente Roussef fuera electa en la primera vuelta, o sea con la mayoría absoluta del 50 por ciento más un voto. En consecuencia, aun cuando su liderazgo hoy no parece objetado por las corrientes mayoritarias de la sociedad brasileña, se deberá acudir a una segunda vuelta, dentro de tres semanas.
Mientras tanto, echemos una mirada a lo que ha sido el reciente pasado democrático de Brasil.
El 3 de octubre de 1994, hace veinte años, Fernando Henrique Cardoso, un brillante sociólogo brasileño, intelectual exiliado durante el régimen militar de su país, candidato del Partido de la Social Democracia, fue elegido presidente en la primera vuelta. Fernando Henrique, como lo ha llamado siempre con cariño el pueblo brasileño, arrasó con el 54.27% de los votos, aquel domingo de octubre de 1994. Se presentó por primera vez como candidato presidencial el ex dirigente sindical metalúrgico Luiz Inácio Lula Da Silva, del Partido de los Trabajadores, que en esa primera compulsa, logró el 27.04% de los votos. Estoy eludiendo deliberadamente terceros y cuartos resultados para ir a lo principal.
Se volvió a votar el 4 de octubre de 1998. Nuevamente, Fernando Henrique Cardoso logró la supremacía en la primera vuelta, algo fenomenal: 53.1% de los votos. En la década del ‘90, coexisten las presidencias de Carlos Menem en la Argentina y Bill Clinton en los Estados Unidos. Lula se presenta por segunda vez: una tenacidad política notable. Así como había conseguido el 27% en 1994, en 1998 se aproxima al 32%, una evolución significativa.
La tercera cita electoral de la modernidad política brasileña es el 27 de octubre de 2002, cuando finalmente se produce el triunfo del Partido de los Trabajadores. Lula no obtiene, sin embargo, el triunfo en primera vuelta, ya que logra el 46.4% de los votos, mientras que el partido que había representado en las dos elecciones anteriores el presidente Cardoso, llevando ahora como candidato a José Serra, obtiene el 23.2%. Hay balotaje y Lula, en la segunda vuelta, se impone con el 61.3% de los votos, mientras que Serra se aproxima al 39%. Es la primera vez que un obrero y dirigente sindical llega a la presidencia de la nación brasileña.
La próxima cita electoral fue el 1° de octubre de 2006. Lula, que ya era presidente, se presenta para un nuevo mandato y nuevamente no consigue el triunfo en primera vuelta. El rival es Geraldo Alkmin, del mismo partido de Cardoso y de Serra, la socialdemocracia. En la segunda vuelta, el 29 de octubre, Lula es reelecto con el 60.8% de los votos, contra 39% de Alkmin.
Finalmente llega el turno de Dilma Roussef, el 3 de octubre de 2010, cuando se presenta la candidata del PT, auspiciada claramente por Lula. Ella tampoco consigue el triunfo en primera vuelta: saca poco menos del 47%. Serra se vuelve a presentar y obtiene casi el 33%. En el balotaje, los brasileños elijen – por una cifra mucho menor a la de Lula – 56.5% a Dilma para su primer turno, mientras que el socialdemócrata Serra araña el 44%. Ya entonces habían votado más de 100 millones de brasileños.
Brasil concluye, con este mandato de Roussef, el tercer ciclo consecutivo de gestión del Partido de los Trabajadores. No hay traducciones propicias para la experiencia política argentina. El PT es un partido de raíces socialistas y una templanza ideológica de evocación marxista, pero no es un partido de izquierda en un sentido tradicional. El Partido de los Trabajadores es un partido sindicalista, de fuerte raigambre obrera, pero que viene de atravesar doce años en el poder. El poder corrompe, en Brasil, en la Argentina o en cualquier país de la Tierra. Y ese poder corrupto es el que le está haciendo mucho daño a las posibilidades del PT de prorrogar su hegemonía por un nuevo período presidencial. Algo que, sin embargo, no estoy descartando, toda vez que la oposición va dividida, con la candidatura inesperada de Marina Silva, candidata a vicepresidente de una fórmula cuyo titular Eduardo Campos, se mató en un accidente y la del socialdemócrata Aecio Neves. Marina, que había obtenido una cantidad muy importante de votos en las últimas elecciones, 10 millones, como candidata presidencial de una fuerza ambientalista, tuvo que improvisarse esta vez como candidata presidencial y luego de una primera promoción muy fuerte, en donde pareció que literalmente se la llevaba puesta a Dilma, ha retrocedido.
Lo más probable es que haya una segunda vuelta Brasil, que en los últimos meses, ha atravesado importantes problemas económicos, un dilema a resolver, ya sea para un cuarto mandato del Partido de los Trabajadores, como para por un -por ahora- muy cuestionable y conflictivo mandato de una fuerza alternativa.
Desde una Argentina tan sometida a sorpresas y novedades que mucho tienen que ver con el carácter personalista de nuestra política, la experiencia brasileña es importante y, diría yo, indispensable, no solamente porque se trata del país más importante en materia de peso específico de América Latina, sino porque es una nación con la que Argentina tiene fuertes vínculos, y hacia dónde va Brasil, en gran medida, va el continente. Seguramente que horas después del domingo estaremos en condiciones de analizar el desenlace pero lo más probable es que habrá segunda vuelta a fines de octubre.
Entre tanto, el punto de partida es el punto de llegada. Brasil vota, vota en democracia y en una libertad muy superior a lo que nunca se conoció en la historia. Esto, que antes era noticia, afortunadamente, hoy es mera rutina.
© Pepe Eliaschev
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