Pasión por la radio

Desde el prehistórico antecedente de 1967 (mi primer programa propio), cuando salía de la adolescencia, casi nunca dejé de hacer radio. Columnas, entrevistas, editoriales, audio puro, momentos rescatados y preservados de lo que es, para mí al menos, el más íntimo, confiable y directo de los medios de comunicación, el que involucra a los seres humanos ante un micrófono.
Martes 8 de julio de 2014Pasión por la Radio

Fútbol y vida

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Buenos Aires, 8 de julio de 2014 – En fútbol, suele usarse la palabra “tantos” como sinónimo de goles. Es un buen momento para separar los tantos, no en su sentido eminentemente futbolístico sino en el sentido de hacer ciertos temas con justicia, prudencia y responsabilidad.

Esta del martes 8 de julio, es una noche emocionalmente terrible para el gran pueblo brasileño. No solamente se ha perdido un partido de fútbol, sino la que la hasta mejor y más poderosa del mundo selección de fútbol, le ha infligido a la de Brasil lo que algunos colegas llaman “una humillación”. Yo me avendría a compartir la palabra humillación, en tanto y en cuanto la limitáramos a lo estrictamente futbolístico.

La República Federal de Alemania es uno de los dos o tres principales poderes del mundo. No debería extrañar que de esa Alemania que prevalece orgullosamente sobre el conjunto de la Unión Europea, haya producido un equipo en el que solo seis de los 23 convocados a integrarlo juegan fuera del país, pero en Europa, mientras que 17 se desempeñan en el fútbol alemán. Como corresponde a toda gran potencia, Alemania es un formidable retentor de futbolistas propios, que no necesitan ganarse la vida y tener buenos sueldos en otros países.

Cuando hablo de “diferenciar los tantos”, hablo de trazar una frontera entre el fútbol y la vida. Desde luego, la vida tiene, para muchos, mucho de fútbol, y el fútbol está lleno de vida. Pero ambos continentes tienen fronteras precisas. Por eso me animo a una suerte de proclama, tal vez solitaria, y  poco simpática para muchos chovinistas, respecto de los peligros de la “brasilofobia”, que, además de ser una imbecilidad, es algo muy dañino. Me propongo hacerlo recordando algunas realidades que no pueden ser obviadas.

Cada vez que subimos y viajamos a bordo de un avión de en Aerolíneas Argentinas-Austral, nos transportan aviones Embraer; fabricados íntegramente por la empresa brasileña Embraer. La Argentina importa aviones brasileños. Ya no solo importamos, como durante décadas, Boeing norteamericanos y Airbus europeos, la flota de cabotaje de nuestra aerolínea de bandera es brasileña.

Brasil produce aviones, tiene una poderosa industria para la demanda interna y para la exportación- Sería prudente examinar con serenidad y sin aturdirse algunos de sus variables estratégicas: es la quinta población del planeta (más de 201 millones de habitantes); es el quinto país más grande del mundo (más de 8,5 millones de kilómetros cuadrados); y el Producto Interno Bruto de Brasil califica como el sexto del planeta, muy lejos del resto de sus colegas latinoamericanos. Es un país que tiene empresas como Petrobrás, que han atravesado las fronteras brasileñas y son hoy un jugador dominante también en muchos países país, cuyo empuje y energía socio-económico ha sido arrollador, más allá de que hace algunos semestres, el Brasil que conocimos, enérgico y poderoso, también fue afectado por la caída de la demanda y de la producción. Pero sigue siendo un enorme país.

Aun cuando recuperó la democracia en 1985 de manera muy parcial y transicional, primero con Tancredo Neves, que no pudo asumir la presidencia por morir antes, fue sucedido por su vicepresidente José Sarney, y tras quienes vinieron los mandatos irregulares pero de todos modos formalmente impecables de Fernando Collor de Melo, reemplazado por su vicepresidente Itamar Franco, a partir de 1994 Brasil ingresó en una estabilidad política realmente admirable. Con los dos mandatos de Fernando Henrique Cardoso, los dos del presidente Luiz Inacio Lula da Silva y ahora el primero de Dilma Rousseff que, aspirar a un segundo, una apuesta compleja en vista del cuadro social que se le abre, sobre todo después de la derrota futbolística.

Brasil es un país importante que, además, posee una cultura magnífica en donde hacen sinergia, y se combinan y enriquecen,  el aporte africano, a través de los centenares de millones de esclavos traídos del África, muchos de los cuales tuvieron que pasar décadas de sometimiento y vasallaje en Brasil. Pero la cultura negra africana le dio una impronta única en América Latina, mixturada con la colonización portuguesa, que hace de Brasil la nación luso parlante más importante del planeta.

Esa cultura, que los argentinos deberíamos admirar por su diversidad, su riqueza, su formidable expresividad en todos los órdenes (cine, artes visuales, literatura y música), es también uno de los bienes brasileños de que los argentinos con mentalidades abiertas deberíamos apreciar sin reservas. Ese país enérgico, que produce aviones, con una cultura formidable que es ejemplo para todo el planeta, es también una sociedad de protestas sociales de enorme combatividad desplegadas por sectores sociales que la transición democrática, con Cardoso y Lula, sacó del estado de absoluto atraso para depositarlos en las inmediaciones de la clase media.

Ese es el Brasil con el que me quedo. Ese es el Brasil futbolístico con el que me gustaría que la Argentina hubiera disputado la final este domingo. Es un mal camino, en cambio, la “brasilofobia”, la ironía fácil, la idea de que esta derrota realmente descomunal nos da derechos que, en verdad, no tenemos.

Brasil es una nación hermana, señera en el hemisferio americano, y con esta idea e imagen pretendo quedarme, a lo que suma la ejemplar elegancia con la que el elenco brasileño aceptó la peor noche de su historia, unida también a la franqueza con que su director técnico Luis Felipe Scolari admitió que era el único responsable. Y, ¿por qué no decirlo? Admiro la enorme galanura de los alemanes, que, lejos de hacer jueguito y trabajar para el “ole” que humillara a los brasileños, sencillamente sabían que hoy eran imbatibles, y que la distancia entre ellos y el fútbol brasileño esta noche en el Mineirao de Belo Horizonte, era insalvable.

Mi respeto entonces, y mi pedido a los argentinos, si es que algo puedo pedirles a través de un micrófono como el de Radio Mitre: tranquilos. Es un partido de fútbol. Las grandes cosas todavía están i seguirán estando pendientes. 

 

© Pepe Eliaschev 

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